Tus creencias mentales son tu punto de partida

“Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, tienes razón” – Henry Ford

Sea que lo hayamos visto en dibujos animados como Dumbo, o en algún circo cuando los había, era sorprendente la imagen del enorme y majestuoso elefante atado a una estaquita de madera clavada en el suelo. Un animal fuerte y poderoso que podría arrancar de cuajo un árbol, privado de libertad por estar atado a una pequeña estaca. ¿Por qué no se escapa? Por increíble que parezca, no se escapa porque cree que no puede escaparse. Dicen que cuando son pequeñitos, los atan a esas mismas estacas, y por mucho que estiren y se retuerzan hasta caer rendidos, día tras día, no consiguen liberarse. Lo intentan y lo intentan pero no pueden soltarse y al final se rinden. La estaca ha ganado y ellos se han resignado a estar atados. Y pasan los años. Los elefantes crecen, se hacen poderosos y fuertes, pero la creencia de que no pueden liberarse de la estaca los mantiene prisioneros.

¿Cuáles son tus estacas? 

  “No soy suficientemente buena/inteligente/guapa/simpática…”; “me va a decir que no”; “yo no puedo hacer eso”, “yo no valgo para eso”, “no soy capaz”, “soy demasiado ….”; “es imposible que…”; “no tengo suerte”; “no me puedo equivocar”; “nunca seré feliz”; “la vida es dura”; “ella o él es mejor que yo”; “se va a burlar de mí” …  

Estas creencias las hemos ido forjando durante los años, fruto de nuestras experiencias, de nuestro entorno, nuestra familia, nuestra cultura… De hecho, muchas de nuestras creencias no son nuestras, las hemos interiorizado sin cuestionarlas y se han convertido en parte de nuestra forma de ser. Creencias de nuestra familia respecto al dinero, al trabajo, a la política, a las relaciones… Creencias culturales, de las cuales el refranero es un gran ejemplo: “piensa mal y acertarás”, “más vale pájaro en mano que ciento volando”, “no por mucho madrugar amanece más temprano”, “en cojera de perro y lágrimas de mujer no hay que creer” O generalizaciones: “todos los hombres /mujeres son iguales”, “los hombres no lloran”, “el amor todo lo puede”, “en la vida hay que sufrir y trabajar mucho para cumplir tus sueños”  

Mis creencias mentales son mi punto de partida, las gafas a través de las que veo el mundo. Son mis pensamientos y la base de mi actitud ante la vida. El inicio de todo. La vida son cruces de camino donde toca elegir, y las creencias nos llevan a elegir un camino u otro, muchas veces inconscientemente. Ante una entrevista de trabajo, una cita importante, una conversación crucial, un querer pedir perdón, puedo elegir dos caminos: si crees y validas el “no puedo”, te llevará a un destino; y si crees y validas el “sí puedo”, eliges otro camino que te llevará a otro resultado. No entramos en lo bueno o lo malo. Será diferente. Lo importante es que sea elegido libremente por ti.   

Las creencias pueden ser negativas como la metáfora de las estacas, o positivas: “todo el mundo es bueno”, “al mal tiempo, buena cara”, “el que tiene un amigo tiene un tesoro”, “querer es poder”, “haz el bien y no mires a quién” (este es un precioso legado de mi madre).  

Aquí el tema clave es que seamos conscientes y nos concedamos el poder de elegir, siendo las protagonistas de nuestra propia obra de teatro en esta vida. Está ampliamente documentado que en el lecho de muerte todos nos arrepentimos de lo que no nos atrevimos a hacer. ¿Y si pruebas y funciona?, ¡bingo! ¿Y si no resulta como esperabas? ¡No pasa nada!, a ver qué trae la vida por ese camino, nunca se sabe. ¿Un aprendizaje?, ¿Algo mejor? “Buena suerte, mala suerte”. Al menos has elegido tú el camino.   

El reto es saber cuáles son mis creencias. Hay algunas creencias que sí las puedo identificar fácilmente porque les pongo palabras en mis pensamientos. Si son potenciadoras y tienes sesgo optimista pues adelante con ellas. Si son negativas, quizás vale la pena darle al semáforo rojo, stop, cuestionarlas y elegir avanti o borrar.  Es un trabajo de autoconocimiento, autoobservación, y cuestionamiento de ese pensamiento para poder elegir. No es fácil (o sí). Hay que entrenar y muscular el cerebro, para reprogramar las creencias, que son el software de partida que ahora consideramos que ya no nos ayuda. Hay un truco para mí muy poderoso. Añadir el “y si…”. “¿Y si sí puedo?”. Si insisto en ese camino, la mente me mostrará escenarios y recursos que confirmen esa hipótesis positivadora.   

El tema para nota es descubrir las creencias de las que ni soy consciente, ni tengo pistas evidentes para tirar del hilo. Y son las que inconscientemente más determinan mi vida. Están en lo más profundo de mis capas de cebolla. Son las que no sé que no sé. Suelen venir de heridas emocionales de infancia que cuando se acogen con amor y comprensión nos dan una fuerza interna y una libertad inconmensurables. Ponte delante de un espejo, sonríete y dite “Me quiero”. “Soy digna de amor”. “Merezco lo mejor”.   

Es un gran viaje, un proceso. De ir poniendo luz, pasito a pasito. Si quieres. Porque como dijo el gran Santiago Ramón y Cajal: “cada ser humano puede ser escultor de su propio cerebro, si se lo propone”. No hay cosa que me entristezca más que cuando oigo: “es que yo soy así”.  

¿Y si hacemos acopio de nuestros recursos y volamos como Dumbo? “Lo hizo porque nadie le había dicho que era imposible”.   

Y de nuevo, no te creas nada, experiméntalo. Yo hace unos meses me liberé de una profunda estaca. Intuía que estaba ahí pero no conseguía pillarla, identificarla claramente. Se me escurría. Cincuenta añazos me ha costado pero nunca es tarde. Y las que quedan por ahí, que se preparen que tengo la linterna preparada.  

¿Como quieres ser?, ¿Qué quieres conseguir? Permítete hacerlo. ¡CARPE DIEM!, “que la vida son dos días!!” (otra creencia 😉)  

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